La posibilidad de que el Barça, por culpa de personajes como Enric Masip, asesor/guardaespaldas del presidente Joan Laporta, se ponga en ridículo es exponencialmente elevada si cometen el error de abrir la boca y suponer que con su ingenio y oportunismo van a mejorar la imagen del club o del presidente, como lo ha intentado hacer tras ganar la Champions de balonmano el domingo y bromear a costa del propio Laporta. «Tenemos más Champions que Florentino», dijo en referencia a que en el cómputo de la temporada el Real Madrid solo ha ganado la Champions de fútbol masculino, mientras que el Barça le dobla en títulos gracias a la corona continental del femenino y de la sección de balonmano.
La reacción del barcelonismo y del madridismo no ha podido ser más perjudicial sobre todo para el propio presidente, al que ha avergonzado con una comparación que, lejos de remediar el mal sabor de boca de la temporada, parece haberlo refrescado y agudizado, pues una cosa es destacar y aplaudir con el reconocimiento que merece la apuesta polideportiva del Barça, histórica e identitaria, sobre todo con la visión y el acierto de haber profesionalizado el femenino antes y mejor que nadie, y otra cosa es sacar de contexto el valor y el significado de una Champions como la que ha ganado el Real Madrid, la segunda en las narices de Laporta, en contraste con la pérdida de ranking europeo del Barça después de tres años prácticamente fuera del foco de los grandes del continente y siendo protagonista de eliminaciones bochornosas y hasta humillantes en la Champions y en la Europa League. Eso, por no relacionar esta decepcionante trayectoria con la errática gestión deportiva de Laporta, apostando por dos entrenadores, Koeman y Xavi, en los que nunca creyó en realidad y a los que el propio Masip, integrante de la comisión deportiva, ha hecho la vida imposible desde dentro y también intoxicando a la prensa y a su entorno en su contra hasta que finalmente se ha salido con la suya, echando a ambos.
Lo que ha conseguido Masip con su ocurrencia ha sido, precisamente, desmerecer y estropear el enorme y prestigioso título de la sección de balonmano, que indudablemente lleva años en la primera fila del concierto internacional luchando contra los poderosos equipos alemanes, nórdicos y franceses, que no son, como el Barça, una sección de club minoritaria, sino clubs monotemáticos con un enorme potencial económico y miles de aficionados detrás.
En lugar de celebrarlo como le correspondía y situar esa Champions en el ámbito global del extraordinario palmarés institucional de 48 Copas de Europa, inigualable, con las 22 del Barça de hockey patines, las 12 del Barça de balonmano, las 5 del primer equipo masculino, las 4 del Barça de fútbol sala, las 3 del Barça femenino y las 2 del Barça de básquet, Masip ha cometido el disparate, ni que sea de broma, de recurrir torpemente a la numerología con la ingenua y errónea intención de hacer olvidar a los barcelonistas el amargo trago del doblete del Madrid (Liga y Champions) a base de sumar la Champions del femenino y del balonmano, únicas en su género y extraordinarias cada una de ellas en su contexto y dimensión, siempre y cuando no se intenten proyectar como bálsamo ni contrapeso en el duelo Barça-Madrid por la hegemonía del fútbol mundial.
Además, lo que ha demostrado Masip es que su Laporta-dependencia está supeditada exclusivamente a sus propios intereses personales y salariales. En ningún caso su actitud ni modos responden a un barcelonismo espontáneo, natural y objetivo, alineado con el verdadero orgullo y sentido de pertenencia compartido por los millones aficionados culés, socios o no socios, cobrando o no del FC Barcelona, que celebran los éxitos azulgrana con independencia de quien sea el presidente. La prueba es que al final de la temporada 2020-21, recién llegado Laporta al palco y recién nombrado él mismo como asesor deportivo del presidente, Masip se hartó de abominar del pasado, de la herencia, del lamentable estado del todos los estamentos del club, del decepcionante balance deportivo, impropio y vergonzante de todos los equipos, y de la necesidad urgente de conmutar aquel escenario inaceptable y desolador con el que se habían encontrado. El caso, sin embargo, es que coincidiendo con ese discurso derrotista, acusador y representativo de cómo no gestionar una entidad como el Barça con el sello inequívoco del pasado, el balance fue de dos Champions del Barça, las mismas que esta temporada, del femenino del Balonmano, además de la Copa del Rey del primer equipo de fútbol en una temporada en blanco del Real Madrid, pues la Liga fue para el Atlético de Madrid, y también el título azulgrana de la Liga Endesa después de un 3-0 en el play-off final contra el Real Madrid.
La lectura del arqueo de la temporada que acaba este 30 de junio refleja que, indudablemente, ha sido bastante peor que la 2020-21 si se tiene en cuenta que, además, el Real Madrid ha conquistado la Liga y la Champions. Ha sido, comparada con la del Real Madrid, que además ha disputado la Final Four de la Euroliga de baloncesto, un verdadero desastre, sobre todo si, como defendía Masip hace tres años, ganar dos Champions (femenino y Balonmano), la Copa del Rey de fútbol y la Liga Endesa además de un cero del Real Madrid, era una vergüenza para un club de la grandeza del Barça. Masip debería plantearse seriamente un voto de censura contra sí mismo a la vista de los resultados por no hablar del colapso financiero del club y de la tiranía social ejercida por un presidente como Laporta que, en una asamblea, permitió que Enric Masip, no siendo compromisario, mandara callar a un socio que, en su intervención, discrepaba de la gestión de la junta.
Eso sí, la reacción de Masip como nuevo miembro de la comisión deportiva a finales de aquel curso 2020-21 fue cargarse al entrenador de la sección de Balonmano, que lo había ganado todo sin perder un solo partido, y también al técnico del femenino. Es decir, a los dos responsables directos de ganar dos Champions, para evitar que, siendo secciones con una sólida estructura ganadora y un enorme futuro, fueran dos entrenadores de Josep Maria Bartomeu los que siguieran coleccionando títulos.
Puede que, sin embargo, la historia ni siquiera acabe juzgándole. Por irrelevante.