El Día Mundial del Medio Ambiente, 5 de junio, casi coincide este año con las elecciones europeas. Unas elecciones que me temo y se temen muchos analistas sea una demostración de desafección de la ciudadanía europea y un salto adelante de la extrema derecha.
Pero habrá una derivada muy grave, que de hecho está ya en proceso sin saber qué resultado habrá. Y es el retroceso en las políticas de medio ambiente, que significa hoy las políticas frente a la emergencia climática. No hace falta esperar al 9-J. Las movilizaciones que hubo hace unos meses de tractores en toda Europa, (que contrastan con un retroceso de la lucha contra la inacción climática) y también aquí todavía, siendo encajadas por las instituciones europeas como un aviso para su “silla”, han significado una relativización de medidas ambientales y el Pacto Verde europeo, donde ciertas reivindicaciones del campesinado no eran precisamente demasiado progresistas u orientadas a la soberanía alimentaria. Tampoco a nivel español, incluido el catalán, aunque aquí quedan más legitimadas, pues el campo catalán es el patio residual más globalizado de casi todo el sector primario europeo. Sin embargo, atención que algunas reivindicaciones de dicha “revuelta campesina”, también coinciden en algunos aspectos (y algunas pancartas) con cuestionar medidas ambientales. De forma más educada, más tangencial, pero también. Tanto es así, que al actual aún Consejero de Acción Climática David Mascort, ya le temblaron las piernas, aceptando cambiar el nombre de la Consejería, ahora en suspenso, en todo o en parte, añadiendo Agricultura, Ganadería y Pesca, en detrimento de Medio Ambiente.

Pero vamos a Europa, Ursula Von der Leyen, que más que la presidenta de la Comisión Europea parece la presidenta del consejo de administración de una gran multinacional (al fin y al cabo la UE, es un gran mercado), ha vuelto a hacer lo que ya hizo con el descomunal y millonario pedido de vacunas en las multinacionales de EEUU. Que decidiese hará unos meses, sin prácticamente debate en el Parlamento europeo ni en los parlamentos nacionales (hablar de los parlamentos autonómicos de los países que lo tienen, sería casi cómico) ¡¡¡aprobar una partida de 50.000 millones de euros!!! en ayuda militar a Ucrania (cuyo grueso una vez más se vehiculará a través de empresas de EE.UU.), es una clara hipoteca de las arcas europeas (y de los contribuyentes europeos) que clama al cielo.
Tan astronómico es ese nivel de gasto que ha afectado a la participación de la UE en el mercado de emisiones de CO2, que no será una panacea para reducir emisiones, pero todo ayuda. Pues bien, si la UE era uno de los actores o agentes más importantes en compra de emisiones a nivel mundial y era un ejemplo a seguir, prácticamente se ha retirado del mercado por falta de poder de compra, provocando una serie de quiebras en empresas que se dedicaban al comercio de CO2. O sea, en otras palabras, que ha podido más la presión geopolítica de EE.UU. y la de sus lobbies de armamento, que mantener criterios ambientales de lucha contra el cambio climático. ¿Dónde está la autonomía estratégica de Europa?
Sigamos con la guerra de Ucrania. Fruto de las primeras medidas que se tomaron para que “Europa” no dependiera de Rusia, ahora resulta que con el gas licuado, más caro y más contaminante, dependemos de EE.UU. ¿Y esto no es dependencia? Es más contaminante por doble partida, porque EEUU está más lejos y porque el gas licuado necesita de instalaciones cercanas al mar para evacuar los residuos que genera. Como las desaladoras con la salmuera, pero éste sería otro capítulo.
Vamos a las COP (cumbres sobre cambio climático de Naciones Unidas). Tanto hablar de Europa como modelo verde, pero se van sucediendo las COP, y la Unión Europea o el Consejo de Europa, no son capaces de dar un portazo definitivo a este gran teatro o circo o mercado del ramo de las COP, pues en las dos últimas había ya más lobbistas de empresas del fósil que delegados de países y ¿no digamos ya de ONG?
El grado de abstención y el crecimiento de la extrema derecha el 9-J, se ven venir. Quizás que el PSOE lo detecta y por eso ha presentado a la solvente Teresa Ribera, pero el viento de desafección ambiental y climática provocado por tanto relativismo europeo, más peligroso que el negacionismo, no augura nada bueno.