Aún hay columnistas, tertulianos y ‘influencers’ que destacan la capacidad y el liderazgo mediático de Joan Laporta como su mejor y más infalible habilidad para el gobierno del club. Hasta esa mayoría alineada con el poder directivo y entregada al presidente tan incondicionalmente empieza, sin embargo, a destacar en sus comentarios y reflexiones el silencio y la escandalosa estrategia de mantenerse escondido. Ante la fuerza de los acontecimientos, la XVª Champions del Real Madrid, el anuncio del fichaje de Mbappé y el caldo de cultivo pesimista que han dejado los últimos acontecimientos de la vida azulgrana, con el bochornoso despido de Xavi y la designación clandestina de Hansi Flick, el presidente no ha tenido más remedio que buscar la fórmula parecida a dar la cara, este martes, a través de Barça One, es decir a la ‘tele’ del club, sin exponerse a los medios ni a la opinión pública.
En realidad, es la misma fórmula cobarde que ha utilizado desde hace años, desde 1997, para reestructurar su imagen y no afrontar la crítica o los momentos complicados como el actual, pues desde el inicio de la crisis en torno a Xavi y a su zigzagueante transitar por la cornisa hasta caer del lado del despido, a Laporta no se le ha visto ni escuchado. Tampoco en los meses anteriores, cuando el equipo ha ido dando tumbos y mucho menos en las derrotas y en las decepciones que no han sido pocos esta temporada. Solo concedió, semanas atrás, una entrevista personalizada a Mundo Deportivo, un medio al que necesita editorialmente de su parte por la influencia que proyecta entre el barcelonismo a pesar de la nómina de firmas críticas que le ponen en su sitio regularmente.
Anteriormente, a caballo de la anterior temporada y la actual cuando salió a defender al club del caso Negreira ya lo hizo tarde y mal en una rueda de prensa poco convincente y en un tomo que dejó más dudas que argumentos para no sospechar que los pagos al exárbitro a lo largo de varias décadas seguirán siendo una penosa y bochornosa estupidez por parte todas las directivas implicadas.
Si se hace memoria, con motivo del voto de censura en su contra en verano de 2008, superado con trampas y por los pelos, aunque finalmente resuelto con una dimisión masiva de directivos, Laporta tardó meses en reaparecer hasta que lo hizo en TV3 para admitir que “me he tenido que hacer el ‘muerto’ para sobrevivir”.
Porque para la Laporta, una cosa es moverse hábilmente en el caos y en las turbulencias en contra de alguien, donde realmente sobresale su auténtica vocación como agitador, y otra muy distinta salir a defenderse de sus propios errores y de las contingencias que, a causa de su gestión, ponen en peligro la institución. En ese escenario es tan cobarde o más que el resto.
No hace ni un mes que arruinó, como siempre hace, un acto del Femení, que presentaba a su nuevo patrocinador, Vueling, para darse un baño de masas mediático, teatralizando su emoción y hasta sus lágrimas de felicidad junto a Xavi en un precipitado, inoportuno y falseado abrazo al entrenador al que finalmente había conseguido convencer para seguir en el cargo.
Hoy, sabiendo que aquella misma semana ya le había dado el OK a Hansi Flick como entrenador para la próxima temporada se entiende que ante los síntomas de bipolaridad y de esquizofrenia en la gestión, también el capricho y la frivolidad, él mismo y su turbadora nube de asesores hayan optado por mantener al presidente encerrado, callado y al margen de la actualidad todos estos días.
Han vuelto a la misma pauta de conducta de las elecciones de 2021, cuando Laporta, por consejo de su equipo de campaña, se limitó a publicitar su imagen como antagonista de lo que representaban Josep Maria Bartomeu y Sandro Rosell a base de mucha publicidad en TV3 sobre todo, una lona que con el paso del tiempo aún es más sonrojante y a reducir al mínimo su participación en los debates, pues al prolongarse la campaña a causa de la Covid Laporta apenas tenía nada que decir salvo mentiras, pues no tenía ni los avales ni ningún plan más que dejarse llevar por la improvisación y los intereses privados de sus agentes, representantes e intermediarios.
En la salida de Xavi y el anuncio del aterrizaje de un nuevo entrenador Laporta no ha abierto la boca para no empeorar aún más su imagen y la vergüenza ajena que ha de soportar el barcelonismo y, sobre todo, para no responder a preguntas sobre el ‘avalgate’, su denuncia por estafas a costa de la escandalosa desaparición del Reus y del sombrío panorama económico a menos de un mes del cierre del ejercicio con la preocupante necesidad de conseguir, como sea, 100 millones para no caer en un colapso financiero que sería, definitivamente, el principio del fin.
Laporta no ha tenido otra que esperar a que pase la tormenta, a que la prensa se canse de criticar su actuación en el despido de Xavi y el discreto fichaje de Flick, que también ha sido borrado de la actualidad. Curiosamente, el equipo de comunicación del club ha sido felicitado por Laporta porque la prensa no pudo obtener ni una imagen Flick en Barcelona. A esto se reduce lo que esta junta puede celebrar estos días.
Hoy, Laporta ha decido volver a ‘hablar’, aunque en un formato más parecido a un ‘comunicado oficial’ en vídeo, grabado, que nada tiene que ver con salir a dar explicaciones y a responder a las muchas preguntas que flotan en el ambiente.