Desde que Joan Laporta decidió plantarle un puntapié en el culo a Xavi Hernández se ha hecho viral el consejo que en su día Johan Cruyff le dio en el marco del documental L’últim partit: 40 anys de Cruyff a Catalunya al hasta el domingo entrenador del FC Barcelona sobre cómo sobrevivir en un vestuario: «La única manera de sobrevivir es enviar al presidente a hacer puñetas. Que no se meta. Y si no, adiós y buenas noches». Pues ya lo tendríamos, como Xavi no ha enviado a Laporta a hacer puñetas… adiós y buenas noches. Tenía razón Cruyff en esto y en tantas otras cosas, lástima que el discípulo no hiciera caso al maestro.
La gran diferencia entre el Laporta del primer mandato y el actual es que entonces el presidente tenía a Cruyff de asesor, y ahora tiene claques. La ausencia del 14 pesa. Como en el relato de Hans Christian Andersen, el rey (Laporta) va desnudo y su entorno no se atreve a decírselo, y aún no ha aparecido el niño que, como en el cuento, lo haga. En esta segunda parte, Laporta va de un lado para otro, sin rumbo, como un pollo sin cabeza, y de eso llora el Barça. Lejos de resolver la calamitosa situación en la que Josep Maria Bartomeu dejó el club, Laporta se muestra impotente, incumpliendo promesa tras promesa.
Compensa, como hacía el presidente Josep Lluís Núñez -y de él se reían…-, el déficit de aciertos con llantos. El Laporta de la segunda etapa llora, el de la primera reía. Y, a pesar de que llorar es bueno y desahoga, a veces la chillona puede ser interpretada como falsa, como las lágrimas de cocodrilo. Mirado con perspectiva, el lloriqueo del presidente en la rueda de prensa de ratificación -¿o deberíamos decir de rectificación?- de Xavi como entrenador del Barça, se interpreta ahora como fingido, como el del reptil llorón.
En lo que va de mandato, Laporta ya se ha cargado tres leyendas del barcelonismo. De entrada, después de ganar las elecciones del FC Barcelona con la promesa de su continuidad, se cargó al mejor jugador de la historia del club, y probablemente del fútbol en general, Lionel Messi. Luego, hizo lo propio con el entonces entrenador, Ronald Koeman, que, si bien es cierto que el holandés no supo encontrar la tecla del equipo, Laporta eligió el peor momento, a media temporada, y los peores modos para ello. Y ahora a Xavi, al que no ha perdonado que, como el niño del Rey desnudo, señalara que los problemas económicos que sufre el Barça desnudan al club.
Total, que el gran error de Xavi ha sido no enviar a Laporta a hacer puñetas… Y al paso que va el presidente, lo acabará haciendo el socio.