Estamos asistiendo últimamente a debates y confrontaciones importantes a raíz de cómo puede afectar la Ley Trans a la educación de niños y jóvenes.
Yo soy de la “vieja escuela” del feminismo (¡cuestión de edad!) de las que en los años 80 y 90 introdujimos la “Cuestión de Género” y la igualdad entre chicos y chicas en los centros educativos: la coeducación. Se trataba, básicamente, de concienciar a chicos y chicas de que una cosa era el sexo biológico, que se mostraba en machos y hembras, y que otra era todo lo que la sociedad había “adjudicado” a cada uno de los sexos, o sea los roles que nos habían dicho que debían marcar nuestros gustos, nuestra forma de vestir, de pensar, de actuar, de amar, etc. Y, sobre todo, como el patriarcado había establecido una jerarquía en la que todo lo adjudicado al sexo masculino era más valorado que todo lo que había adjudicado al sexo femenino, dejando a las mujeres en una posición subordinada y, demasiado a menudo, maltratada.

Queríamos educar para que las relaciones sexuales y/o amorosas pasaran por una posición de igualdad entre ambas partes, por considerar que el placer sexual femenino era tan importante como el masculino y que la ternura adjudicada a las chicas debía también formar parte del comportamiento de los chicos. Queríamos exterminar el acoso sexual y la violencia hacia las chicas. Y, sobre todo, que todo el mundo pudiese amar y/o tener sexo con quien quisiera, que había chicos que se enamoraban de chicos, y chicas que se enamoraban de chicas, pero que lo importante era que las relaciones sexuales fueran siempre deseadas y consentidas por ambas partes.
No lo conseguimos del todo. La prueba es que hoy todavía arrastramos violaciones y asesinatos de mujeres, por el mero hecho de serlo, y que siguen existiendo desigualdades salariales y profesiones en las que la mayoría son mujeres y otras donde la mayoría son hombres. Pero es evidente que avanzamos mucho.
Recuerdo todo esto porque ahora, con esta Ley Trans, aparece una novedad que pone en cuestión algunas de esas cosas: “la autodeterminación de género” que, en mi opinión, puede ser una regresión y un peligro para nuestros niños y jóvenes. Ahora parece que, si a un niño le gustan “cosas de niñas” y a una niña “cosas de niños”, no debemos insistir en que “no pasa nada”, sino que debemos ofrecerle la posibilidad de “cambiar de sexo, o de cambiar de género”, que significa cambiarse el nombre y convertirse en una persona del sexo contrario. Y que, si lo desea, puede tomar fármacos para impedir que las características físicas de su sexo crezcan normalmente.
Ya sé que existe la “disforia de género” y que hay personas que sufren mucho y que, por eso, está permitido y regulado el cambio de sexo a partir de hormonas, cirugías y otros métodos. Y, está claro que deben tener todos los derechos que tienen las demás personas. Esto está muy bien, pero debería ser en una edad adulta y con la madurez suficiente para saber todo lo que ello implica.
Por el contrario, la nueva Ley favorece y permite que todo esto se haga en unas edades muy tempranas. En concreto, se regula el derecho del alumnado menor de edad de los centros educativos a exteriorizar su identidad de género y utilizar libremente el nombre que hayan elegido. Pero no sólo se trata de cambiarse el nombre, sino que permite la medicalización a menores: «El tratamiento hormonal». Y «se elimina el requisito de diagnóstico de disforia de género, siendo suficiente la libre declaración de la persona interesada».
Precisamente, para mí, éste es el problema. Que una cuestión que es muy complicada y difícil se banalice y facilite que menores (niños y jóvenes) puedan decidir el cambio de sexo (o de género) sin esperar a madurar y a descartar otros posibles problemas. Sobre todo en la adolescencia, hay muchas chicas y chicos que no están cómodas con su cuerpo, u otras muchas que no lo están con el rol que se les ha adjudicado. Pero, desde la educación, la pregunta es: ¿Qué es mejor, ayudar a aceptar su cuerpo y a deshacer los roles o estereotipos, o decirle a ese chico o chica (niño o niña) que “ha nacido en un cuerpo equivocado” y que si se “siente” del otro sexo, esto se puede cambiar fácilmente?
Ya hay muchas voces que están alertando de ciertos peligros, no sólo desde el feminismo, sino también desde la medicina, la psiquiatría y la pediatría. Es más, países como Finlandia, Suecia, Australia o Reino Unido, que llevan implementando medidas como las que contempla la Ley Trans, desde hace tiempo se están echando atrás, ya que han constatado un aumento estratosférico de solicitudes, la mayoría chicas adolescentes.
Por todo ello, creo que es necesario que desde la educación se pueda reflexionar con calma sobre todo y asegurarnos de que para intentar aliviar un malestar momentáneo no estemos condenando a un malestar a largo plazo, más grave y más irreversible.