El programa 24 Horas de TVE acaba algo más tarde de la medianoche con un ejercicio interesante: muestra la cubierta de los diarios en papel que se podrán comprar al día siguiente y lo cierto es que tres de las cuatro cabeceras de Madrid titulan de manera muy parecida, con un claro sesgo conservador, en línea con las tesis del PP o de Vox. Algunos de estos titulares (y la información a la cual remiten) difícilmente pasarían la prueba del algodón de la objetividad. La mínima, la exigible (la absoluta no existe) no está reñida con el derecho de los medios de mantener una línea de pensamiento y de expresarla abiertamente. Pero no se puede confundir la información con la doctrina y la consigna.
A menudo cuesta distinguir si ciertos diarios y grupos de comunicación se hacen eco del ideario de la derecha conservadora o le están diciendo a PP y Vox qué tienen que hacer para desgastar al gobierno. Probablemente, se explica porque algunos medios (pienso en ABC en concreto) se sienten tan ligados a una determinada concepción del poder y de quien tiene derecho a ocuparlo que se ven a sí mismos como una pieza básica de lo que se entiende por deep state. Recordamos que los grupos mediáticos no son entes abstractos sino negocios -participados a veces por bancos, fondos de inversión y grandes empresas- que tienen su idea de cómo tendría que funcionar el país. En cualquier caso, sin embargo, la derecha digiere mal que la aparten del poder, al menos desde que accedió José Maria Aznar, abanderado de una concepción reduccionista de España, de la Constitución y de las libertades democráticas. “El que pueda hacer que haga, el que se pueda mover que se mueva”, son palabras suyas del pasado noviembre.
Algunas de las cosas que se están diciendo y publicando en España los últimos tiempos sobre el presidente del gobierno, el PSOE y sus socios de coalición, se inscriben plenamente en la corriente neoconservadora radical que apuesta por la “verdad alternativa”, no aquello que pasa sino aquello que conviene que la opinión pública crea que está pasando con el fin de obtener rédito político y económico. El poder, en definitiva. Es el estilo puesto en marcha por Donald Trump en los Estados Unidos y que, por desgracia, tiene seguidores por todas partes.
Las versiones alternativas necesitan obligadamente el concurso de medios y profesionales dispuestos a retorcer los hechos, apostar por la ambigüedad o simplemente mentir. Se apuntan diarios tradicionales, y sobre todo un abundante ejército de publicaciones digitales que desde verdades alternativas y teorías de la conspiración opinan sobre migraciones, cambio climático, feminismo, valores sociales, corrupción, concepción de España, amnistía, legitimidad del ejecutivo o viajes en Falcon. Este ejército de medios digitales pone en circulación una gran cantidad de rumores, sospechas o noticias falsas que, me temo, abren más agujero del que podríamos pensar: El Debate, Vozpópuli, El HuffPost, Maldita.es, ESdiario, Okdiario, Libertad Digital, Alerta Nacional, Diario Patriota, Alerta Digital, El Diestro, The Objective son solo una muestra.
El rumor y la mentira debidamente orquestados generaron el caldo de cultivo para que Mónica Oltra, líder de Compromís y vicepresidenta del gobierno valenciano, se viera obligada a dimitir en 2022 acusada de haber encubierto a su exmarido en un caso de agresiones sexuales a una menor tutelada. El gobierno progresista valenciano cayó en las elecciones de 2023 poniendo fin a seis años de gobierno presidido por Ximo Puig. El juzgado ha archivado la causa en 2024, cuando todo el mal ya estaba hecho.
Podemos se ha enfrentado a docenas de querellas y demandas desde su creación nacidas y amplificadas desde el periodismo de parte: blanqueo de capitales y delito electoral, desobediencia y organización criminal, financiación ilegal, delito fiscal, asesoramiento al gobierno de Venezuela… Más de veinte causas finalmente archivadas entre 2015 y 2023.
En las elecciones locales y autonómicas de 2023 tocó poner en marcha la sospecha de la manipulación del voto por correo y la vinculación PSOE-Bildu-ETA. “Que te vote Txapote”.
Ahora, un caso de corrupción por la compra de mascarillas durante la pandemia se quiere aprovechar para vincular a Begoña Gómez, mujer del presidente del gobierno Pedro Sánchez, a tráfico de influencias, y un juzgado de Madrid abre diligencias por una denuncia presentada por un dedo sindicado de la ultraderecha, Manos Limpias, que se apoya en buena medida en lo que han publicado The Objective y otros medios parecidos. Telemadrid tuvo que rectificar con la boca pequeña a principios de abril la noticia de que la mujer del presidente había recibido una subvención, pero resulta que la Begoña Gómez subvencionada es una restauradora de Cantabria. Las consecuencias de esta historia están abiertas: cuando escribo estas líneas el presidente del gobierno Pedro Sánchez acaba de dirigir una carta a la ciudadanía planteándose el dilema de si tiene que continuar en el cargo o dimitir ante tantos ataques. “No todo vale en política”, escribe Jaume Collboni al conocer la noticia. Y tiene razón.
Mientras tanto, la misma prensa se apresura a destacar que las actividades del novio defraudador de la presidenta de Madrid son una cuestión privada.
No creo que el “y tú más” funcione, pero sí que hay que defender la verdad y la objetividad como un derecho, denunciar siempre la manipulación y la mentira, que son enemigos de la democracia. Ya se sabe que la profesión de periodista es dura. Tom Wolfe escribió una frase que ha sido repetida muchas veces: “No digáis a mi madre que soy periodista, ella cree que toco el piano en un prostíbulo”. Algunos, sin embargo, quizás tienen más a esconder que otros.