Escritora, ha publicado el cuento La pirata y Esa delgada línea, un poemario. Se considera una persona empática y sensible a las injusticias sociales. Hace recitales, y ha trabajado siempre en sanidad. Ahora sale en las librerías Vidas, un libro donde diez mujeres hablan sobre violencia de género, emigración, enfermedades mentales, mobbing laboral, sinhogarismo… (Editorial Sagesse).
¿La metamorfosis de “Día de la Mujer Trabajadora” a “Día de la Mujer” es para mejor o para peor?
Creo que, en su momento, cuando el día de la mujer incluía el término “trabajadora”, era muy importante. Entonces no había muchas mujeres que trabajaran y las que lo hacían era casi siempre en peores condiciones que los hombres. Incluso estaba mal visto que las mujeres trabajaran. No obstante, ahora casi todas las mujeres tienen que trabajar fuera de casa, además de hacerlo en casa, está claro. Una mujer siempre es trabajadora, porque fuera o dentro de casa, siempre está trabajando. Quizás por eso poner el adjetivo de “trabajadora” puede resultar ahora una cosa bastante superflua.
En cualquier caso, también hubo intención de “des-sovietizar” el concepto. ¿No tiene algo de lavado morado el actual 8 de marzo?
Está claro. Cualquier celebración en días señalados, al final se usa como marketing. La cantidad de cosas que se vienen para el Día de la Mujer! Es un absurdo. El que se instituye como una reivindicación, de lucha, de símbolo contra un estado de cosas, se intenta convertir en un ritual anodino.
En cualquier caso, la realidad es que, a escala global, las mujeres continúan siendo objeto de una grave discriminación: pobreza, analfabetismo, mutilación, tráfico, brecha salarial… ¿Tu libro ilustra, de alguna manera, este estado de cosas?
He intentado dar visibilidad a algunas cosas que no se ven, o se perciben de manera distorsionada. Ignoramos cosas con las cuales convivimos y que, a veces, son más próximas de lo que imaginamos. Dominados por nuestros prejuicios, creemos que lo sabemos todo, y no es así. Cuando nos acercamos a las historias de vida, como las que explico en el libro, te das cuenta de que no sabes de nada. Por eso, es mejor callar cuando no se tiene la información suficiente para poder opinar. El libro es producto de una decisión personal, del deseo de explicar cosas que me afectan mucho. El libro es una cosa hecha como para mí.
Más allá de la condición de mujer, ¿no hay en el mundo muchas mujeres que viven vidas muy peores que otras?
Sí, hay situaciones verdaderamente insoportables, pero muy difíciles de cambiar porque están asociadas a cuestiones culturales, tradiciones, roles heredados… Es muy duro reconocerlo, pero hay que preguntarse quién gana con la superación de las condiciones en las que viven las mujeres de buena parte del planeta. A la hora de la verdad, todo el mundo mira hacia otro lado. He hablado con mujeres de Afganistán, del Congo, y lo que más me ha llamado la atención es, además de la terrible realidad en la que viven, su capacidad de lucha. Ellas sí que realmente están luchando por la mujer. No salen a la calle con camisetas moradas y tambores. Luchan jugándose la piel. Y esto da envidia.
Aquí, que se sale con camisetas moradas y tambores, ¿no continúa habiendo también discriminaciones escandalosas, incluso en cuestiones como los salarios?
Por mucho que digan que no, continúa habiendo una brecha enorme entre lo que ganan los hombres y las mujeres por el mismo trabajo. Pasa en todos los sectores y afecta también a las jerarquías, los cargos. Estos días se ha recordado el papel de las mujeres en la ciencia, y creo que se cifraba en un 1% el porcentaje de mujeres que ocupan lugares importantes en este ámbito. A la mujer le queda aquí muchísimo recorrido por hacer. Por eso, digo que no tenemos nada que celebrar el Día de la Mujer, sino que tenemos que aprovecharlo para reivindicar cosas. El problema está en el hecho de que muchos jóvenes se apuntan a la celebración, porque es bonito y divertido, ignorando el trasfondo que tiene el día 8 de marzo.
¿Es quizás el machismo, en sus múltiples expresiones, la cuestión más punzante para las mujeres, concretamente en la España de hoy?
El problema es terrible. Hay muchísimo machismo y hay también mujeres machistas. También hay lugares donde esto está mucho más arraigado. Entre nosotras, las mujeres, las hay que echan tierra sobre el problema. Resulta espeluznante asistir, casi diariamente, a muertes por machismo. Tuve relación con la asociación ALMA contra la violencia de género, que llamaba la atención sobre el incremento exponencial de los maltratos en fechas señaladas, como por ejemplo Navidad. Esto es una cosa que pone de manifiesto la cotidianidad de los malos tratos machistas.
¿El rebrote de la extrema derecha que vivimos tiene algo que ver con el declive del machismo?
Sí. Es clarísimo. Están incitando al odio a la mujer y, por extensión, a la inmigración, etc. Todo lo que estamos aprendiendo, el terreno que estamos ganando, tratan de revertirlo.
¿Crees que una excesiva presión femenina, social, institucional… está alentando cierta reacción a la defensiva entre los hombres más jóvenes, según decía estos días una encuesta?
Una cosa preocupante puede estar pasando con la gente joven. No es normal que los jóvenes, que teóricamente podrían estar menos contaminados de machismo, se estén volviendo machistas. Creo, y no se dice porque podría estar mal visto, que en el fondo hay factores culturales que han conllevado cosas muy arraigadas en los jóvenes. Quizás las redes sociales y su uso también pueden estar relacionados con el asunto. En cualquier caso, habría que tener mano dura con el neomachismo emergente.
¿No hay también un pase de frenada en toda la cuestión de género, que ha contaminado el feminismo histórico?
Lo que está pasando no tiene ningún sentido. Acostumbro a decir que no soy feminista, entendiendo el feminismo como comúnmente se hace hoy en día. Me reclamo más bien como “igualista”, quizás porque he tenido la gran suerte de que mi ámbito masculino, mis círculos, son grandes defensores de la mujer. Creo que se nos está yendo un poco la pinza. Lo que hay que buscar es la igualdad, más allá de los colores. No creo que la mujer esté por encima del hombre, y viceversa. Esto de que la mujer tenga que ser más que nadie, pues creo que no. Todos somos iguales. Lo importante es el fondo de la persona.
En este pase de frenada, ¿por qué cuestiones, importantes por supuesto, pero minoritarias, como las denominadas “de género”, se asocian al feminismo?
En estas cuestiones podrían establecerse similitudes con aquello de “fútbol y toros”, en el sentido de que se ponen de moda y contribuyen a despistar. Así, contentos, miraban hacia otro lado. Hay problemas muy importantes que no los vemos, y otros que no lo son y acaban haciéndose presentes. Antes había unos valores que se van perdiendo. A las mujeres se las respetaba bastante, en general, aunque también es verdad que se ha avanzado mucho a la hora de compartir los trabajos de la casa, por ejemplo. De todos modos, también hay quien todavía dice que “ayuda a su mujer”. Hay también cosas, como el divorcio, que han hecho que los hombres se tengan que espabilar.
¿Consideras que los cambios en los roles de género anuncian un mundo en el cual las mujeres están tomando las riendas en terrenos como la política, la ciencia, la economía…?
Sí que creo que irán un paso más adelante. Quizás no lo veremos pronto, pero se está poniendo de manifiesto que las mujeres valemos más en muchas cosas. Si gobernaran las mujeres, habría menos guerras, o dejaría de haberlas. Tienen experiencia en la gestión de los problemas. Cuando se dé este giro, que se dará, habrá que ver, de todos modos, qué pasa.
¿Qué parte de responsabilidad corresponde a la religión en la secundarización de las mujeres?
Soy atea, pero reconozco que me han ayudado religiosas. Históricamente, la Iglesia ha sido terrorífica con las mujeres. Vamos avanzando, pero hay lugares donde la religión continúa siendo un factor decisivo de sometimiento de las mujeres.
¿Qué opinión te merece el lema “Financiar los derechos de las mujeres: acelerar la igualdad”, que las Naciones Unidas han instituido para este 8 de marzo de 2024?
Estoy en contra. Se pone en primer plano la financiación; es decir, el dinero. La cuestión de la mujer es una cosa de pensamiento, de cambios, de leyes…, no de financiación. Parece poner de manifiesto que, en el mundo actual, todo es cuestión de dinero. Quizás, aun así, con esto se trata de privatizar, digamos, la gestión de los derechos de las mujeres. Hacer, en definitiva, de la injusticia social un negocio.