En el laportismo, la magia, el truco y la simulación no es que formen parte del modelo de gestión, lo configuran en realidad, especialmente a la hora de presentar el cierre económico y el balance de la temporada 2022-23, una obra maestra de ingeniería contable y de fabulación económica para evitar que la junta se pusiera en una situación de extrema incomodidad y viera amenazada su posición de ventaja gracias a la anulación estatutaria de las medidas de control patrimoniales contenidas en el artículo 67º de los estatutos.
Los socios, ingenuamente y presionados por el presunto apocalipsis de las cuentas de Josep Maria Bartomeu, presentadas bajo el precepto negacionista de la pandemia, aprobaron dejar en suspenso ese artículo que, con precisión gramatical y semántica, alude al equilibrio patrimonial y obliga a la junta “al mantenimiento del patrimonio neto del club” y “la formulación de las cuentas anuales auditadas sin excepciones, con un resultado positivo después de impuestos”. Cuando esta circunstancia no se produzca y se registren pérdidas, “la Junta Directiva deberá compensar el importe de las pérdidas con el resultado de la gestión de los dos ejercicios posteriores”. El mismo artículo impone que el endeudamiento neto no supere la cantidad resultante de multiplicar por dos el Ebitda (beneficios antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones). En cualquiera de los dos supuestos, la junta “tendrá la obligación de restablecer el equilibrio patrimonial en los dos ejercicios siguientes, alcanzando la citada ratio de endeudamiento”. Y hasta prevé que si se produjera un relevo en la junta en el proceso del restablecimiento, y la nueva directiva fuera heredera de la anterior, igualmente quedaría sujeta a ese mismo compromiso.
Los estatutos contemplan hoy una disposición transitoria que recoge la pausa provisional el artículo 67º, acordada en la asamblea de octubre de 2021, “hasta la restitución del patrimonio neto positivo”. En otra decisión burlesca y embaucadora, Joan Laporta ha cerrado el último ejercicio 2022-23 con unos fondos propios de 516.000 euros, o 0,5 millones, precisamente para evitar su restitución automática y verse en la tesitura de cumplirlo a rajatabla.
Está claro que si se cruzan las cifras extremas de los últimos ejercicios, las pérdidas colosales de la 2020-21, de 481 millones y el patrimonio descendido a -415 millones, contra los 1.000 millones de beneficios netos obtenidos por las palancas en las dos últimas temporadas, la reversión de los fondos propios a positivo estaba más que asegurada.
El problema -o sería más exacto aludir a la negligencia de la junta de Laporta- es que esos beneficios ingentes, de récord, no se han destinado a reducir la deuda ni a mejorar el balance, tampoco a reservas y mucho menos a aliviar la tensión financiera de las cuentas. Laporta lo ha empleado íntegramente en intentar obtener más margen salarial -sin demasiado éxito, por cierto- para gastar dinero en fichar por encima de las posibilidades reales del club y en tapar el desequilibrio presupuestario recurrente, estimado en 200 millones anuales.
Encima, en su presentación de las cuentas, Laporta presumió de holgura y de haber anticipado pérdidas en operaciones de traspaso de la temporada actual con el fin de volver a la senda de los beneficios ordinarios el 30 de junio de 2024, lo que activaría de nuevo el artículo 67º si se confirma el beneficio presupuestado después de impuestos de 11 millones y el regreso a un estado de patrimonio neto positivo.
Hoy ya se puede avanzar que no será así porque la junta actual no puede permitirse afrontar un reto semejante ni en base a las pérdidas ni en base al ratio del Ebitda con la deuda, sobre todo en este último apartado. El Barça viene de registrar Ebitda de 179 millones sobre 217 millones de deuda neta (2018-19) -o sea, un ratio de 0,76 dentro del artículo 67º-; de 104 millones sobre 379 millones (2019-20) -ratio de 3,6 fuera de rango y, por tanto, incumplido-; de -60 millones sobre 558 millones (2020-21) -ratio galáctico fuera de cualquier parámetros-; de 20 millones sobre 682 millones (2021-22) -ratio de 34,1 superando 17 veces el rango-; y de -149 millones sobre 552 millones (2022-23) -ratio también incalculable e imposible-.
La razonable admisión por parte de Laporta y de su equipo económico de que resulta prácticamente imposible rebajar la deuda neta hace del todo inalcanzable el cumplimiento de ese equilibrio patrimonial disparado a causa de la pandemia. Es inabordable porque Laporta no ha querido, a pesar de las facilidades que LaLiga le ha ofrecido para reducir el impacto de la covid en los libros, y porque ha preferido usar las palancas para falsear la gravedad real y prácticamente insuperable provocada por los pésimos resultados de su gestión.
La única posibilidad de no quedar atrapado bajo peso del artículo 67º es evitar dar beneficios al final de esta temporada, algo que está fácilmente a su alcance si no llega el dinero de la venta de Barça Studios y a la fuerza se ve obligado a reducir el valor de ese 51% de la sociedad gestora de esos activos audiovisuales que la propia junta estimó en 208 millones.
Eso o cesar en el cargo si a los dos años no se ha recuperado la ratio del Ebitda sobre la deuda, que sería el 30 de junio de 2026 -curiosamente, cuando tocaría celebrar elecciones-, dejando el muerto a la nueva directiva, que no sería la primera vez.
Luego que no se queje si la asamblea vota otra acción de responsabilidad en caso de pérdidas, pues hay auditores y directivas que no engañan.