¿Diada o fiesta de los indepes?

El 12 de junio de 1980, con el Parlament y el gobierno de la Generalitat prácticamente recién estrenados después de la larga noche franquista, Jordi Pujol, elegido presidente con los votos de CiU, Centristas de Catalunya-UCD y ERC, firmó la primera ley aprobada por la nueva cámara. Esta ley instituía que el 11 de septiembre de cada año se celebraría el Día Nacional de Catalunya. Sus redactores destacaron que es necesario “un día de Fiesta en el que la Nación exalta sus valores, recuerda su historia y los hombres que fueron sus protagonistas y hace proyectos de futuro”.

Cada año hay que explicar a la ciudadanía catalana porqué se celebra la Diada el 11 de septiembre. 43 años después de su proclamación, los medios de comunicación siguen informando cada año del porqué de la elección en ese día concreto. Si nos fiamos de Wikipedia, decisión que tiene sus riesgos, “el 11 de septiembre de 1714 tuvo lugar la última defensa de Barcelona después de 14 meses de asedio ante el duque de Berwick durante la Guerra de Sucesión en la que los Borbones (Felip V ) y los Austrias (con el Archiduque Carlos) lucharon por toda Europa por la corona de España, donde adquirió carácter de guerra civil, ya que los partidarios de ambos candidatos estaban repartidos por todo el territorio, concentrándose los felipistas en la parte de la Corona de Castilla (Castilla, Andalucía y noroeste de la península), y los austracistas en la Corona de Aragón (Reino de Aragón, Principado de Cataluña, Reino de Valencia y Reino de Mallorca). Con la victoria de Felipe V, se implantó un sistema político uniforme en casi todos sus dominios, que a partir de ese momento comprendieron, además de la Corona de Castilla, la de Aragón. Se derogaron los privilegios nobiliarios, los Fueros locales y las instituciones de autogobierno antes respetadas por la Casa de Austria en todos los reinos declarados austracistas (Menorca, entonces bajo dominio inglés, escapó temporalmente a esa derogación). Por eso, el 11 de septiembre también se recuerda la consiguiente abolición de las instituciones y libertades civiles catalanas”.

El primer acto de conmemoración del Once de Setiembre se remonta a la misa en honor de los muertos en los combates de 1714 que se celebró en la iglesia de Santa María del Mar, en el barrio barcelonés del Born. No fue una celebración tranquila. Los republicanos estaban en contra de esa misa porque les molestaba el tono religioso del acto. Fue en 1886. Desde entonces hubo de todo en los onces de septiembre. Imposible resumirlo en este artículo. En el de 1977, dicen las crónicas que salimos más de un millón de personas a la calle en Barcelona para reclamar «Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía». Nunca podemos fiarnos de los cálculos de participación en las manifestaciones y menos en las de hace 46 años, pero fuimos muchos. Fue una verdadera fiesta ciudadana, reivindicativa y plural.

El espíritu de 1977 se ha desvanecido. El 11 de septiembre es la Diada de los independentistas desde hace un puñado de años. Los catalanes que no lo son no celebran nada ese día. Se mantiene el ritual de que varias entidades del país depositen flores en la estatua de Rafael de Casanova que hay en la ronda de Sant Pere, en Barcelona. Muchas van por obligación, sin ningún entusiasmo. Sobre todo si conocen el dudoso papel de Casanova en septiembre de 1714. Insisto: no podemos explicarlo todo en este artículo.

¿Qué hacen, qué hacemos los catalanes no independentistas el día en que se supone que celebramos la fiesta de nuestro país? Miramos entre tristeza y frustración como los medios de comunicación -con especial dolor por el papel que juegan en ello TV3 y Catalunya Ràdio – interpretan que lo importante de la Diada es la manifestación de los independentistas y comentamos entre nosotros qué día concreto del año creemos que sería bueno que Catalunya volviese a tener una fiesta que nos implique a todos.

Sant Jordi sería una propuesta a tener en cuenta, aunque me temo que los republicanos y no republicanos que no comulgamos con santos y religiones preferiríamos una celebración más laica.

Otro día hablaremos del himno gore nacional que sonará una y mil veces este lunes en Cataluña.

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