‘Rebelión en la granja’ de Waterloo: la batalla de Puigdemont vs los suyos

Clara Ponsatí acusa al expresidente de mentir a la población y lo que preconiza es un nuevo ciclo en el cual el pulso al Estado llegue a hasta las últimas consecuencias

Carles Puigdemont
Carles Puigdemont

El 5 de julio pasado, cuando Carles Puigdemont comparecía ante la prensa para quejarse de la sentencia del Tribunal General de la Unión Europea (TGUE), poco podía imaginar que la venerable señora que había a su lado, que había huido con él a Waterloo y a la cual había nombrado consejera de Educació por su indestructible independentismo, Clara Ponsatí, le preparaba una trampa. “Hoy es un día difícil. Primero, porque la situación personal de mis compañeros de exilio es hoy algo más complicada que ayer. Pero sobre todo porque si la sentencia se mantiene en segunda instancia y el Tribunal de Justicia de la UE, los derechos políticos de todo el mundo estarán mucho menos protegidos en Europa ante los abusos de los Estados autoritarios”, empezó a recitar Clara Ponsatí, que quiso decir la suya en el atril que compartía con el expresidente. Puigdemont planificó el acto con todos los detalles: se desplazaron representantes del ANC, Òmnium Cultural, AMI, la Intersindical, la Cambra de Comerç de Barcelona, JxCat, ERC, CUP, la presidenta del Parlament, Anna Erre, y la consellera de Exteriors, Meritxell Serret.

Pero el acto acabó siendo una auténtica bomba al independentismo no por las presencias, sino por las esencias. Con la intervención de Ponsatí, acababa de producirse una auténtica revolución en la granja. Napoleón, el jefe de la granja, miraba incrédulo a Ponsatí, la nueva Snowball (Bola de Nieve) a medida que esta reproducía un discurso que no había pasado por su mesa. Si George Orwell hubiera sido Nostradamus, su obra Rebelión a la granja se habría asimilado sin ningún género de dudas con la situación de los independentistas refugiados en Bélgica. Orwell se merece que lo glorifiquen como un auténtico profeta: tanto las circunstancias personales de los protagonistas de Rebelión a la granja como sus nombres casan a la perfección con las batallas que se están dirimiendo actualmente a las filas del independentismo extremo que se ha incrustado en el Parlamento Europeo. En el libro, Napoleón obliga Snowball a alejarse; en Bruselas, es Puigdemont quien destierra Ponsatí de las fotos oficiales… y del núcleo de poder.

“Esto de hoy es un final de etapa que tendría que hacer rectificar cómo hemos gestionado las expectativas políticas y las estrategias posteriores al 2017. Ni el Govern autonomista de la Generalitat, ni los pactos con el PSOE pueden ofrecer nada a la ciudadanía que no sea la rendición y la renuncia a la catalanidad. Pero la especulación recurrente que las sentencias europeas llevarían al retorno del presidente Puigdemont tampoco ha abierto camino hacia la victoria. Esta constante salida por la tangente se tiene que acabar. Los catalanes se merecen otra política. Se merecen sentir la verdad. La persecución judicial del independentismo y la persecución política no se acabará hasta que no seamos libres, es decir, hasta que no seamos un Estado independiente. […] Tenemos que hacer política con mayúsculas y dejar atrás las expectativas. Basta de alimentar ilusiones que no se materializarán. Hasta que no empezamos a hablar en plata y dejemos de prometerle a la gente que con las tácticas judiciales lograremos la libertad, no tendremos ni el tiempo, ni el espacio, ni las ideas, ni la energía para dedicarnos a la única tarea que la historia nos reclama, que es liberar nuestra patria de los poderes españoles”, denunció Ponsatí/Snowball ante la mirada recelosa, severa y de contenido enojo de Puigdemont/Napoleón.

Una gran crisis acababa de estallar en la cúpula del independentismo que tiene a Waterloo su jefe visible. Ponsatí ya se había desmarcado de la estrategia oficialista hace casi cuatro años, al criticar la utilización descarada del Consell de la República que Puigdemont en beneficio personal. Más tarde, admitió que el 2017 la cúpula del proceso jugaba “de farol”. Ahora ella ha mostrado su jugada. Y no va de farol: la desmarcada en Bruselas fue el primer paso de un ambicioso proyecto que quiere iniciar un nuevo proceso sin la anterior cúpula.

Ponsatí, como buena Snowball, ya no volverá al camino de Puigdemont. Tenía razón en una cosa: ella y amplios sectores soberanistas preconizan un nuevo ciclo, un nuevo proceso en el cual se ponga toda la carne en el asador. Ponsatí es la cara visible de un oscuro movimiento dentro del independentismo que no busca poner trapos calientes en el proceso, sino que reclama sacrificios que pueden llegar hasta la máxima responsabilidad. Y si corre la sangre, es un justo precio que se tiene que pagar. Lo admitió en una entrevista con Gemma Nierga: la independencia bien vale la vida de una persona. Y esta teoría tiene, aunque no lo parezca, muchos adeptas en el sobiranismo. “No digo que tengamos que hacer sacrificios humanos, pero todas las grandes causas han tenido sacrificios muy importantes. Cada cual tiene que saber qué coste está dispuesto a pagar”, advirtió el marzo del 2022. Y el diciembre pasado volvía a hacer otro llamamiento singular: “En el momento en que volvamos a tener jóvenes y gente que estén dispuestos a pagar el coste del combate…, hasta que no tengamos esto, ya podéis hacer conferencias, que el movimiento por la independencia no se volverá a recuperar”.

Proximidad a la ultraderecha

Ponsatí ya va por libre: gritó a la abstención a las municipales y ha gritado la abstención a las generales del 23-J, desoyendo los llamamientos del expresidente. “El abstencionismo independentista es un abstencionismo activo a raíz de la carencia de oferta política. […] La abstención es una opción política muy respetable. La abstención refleja que hay necesidad de nuevas ofertas y de nuevas organizaciones políticas”, declaró el mes de junio del 2023 a Vilaweb. Ya entonces lanzaba un acertado ataque al corazón de Puigdemont: “Hay un problema de credibilidad. Hay un problema de credibilidad muy serio. […] El que pulsaban las organizaciones políticas es la fidelidad, la obediencia, no la originalidad y el atrevimiento. En este momento, es evidente que relanzar el combate por la independencia requiere más atrevimiento y menos obediencia que no el que vemos en las organizaciones que ahora nos ofrecen listas electorales”.

Ya en esta época, a primeros de junio, estaba dispuesta a ayudar a crear esta alternativa. “Yo puedo ayudar. Lo que no haré ahora es un proyecto personalista construido alrededor del prestigio que haya podido acumular, fruto del exilio y de mi presencia en el Parlamento Europeo. Esto tiene un valor y quiero ponerlo al servicio de una cosa más grande”. La ex consellera reflexionaba también sobre el hecho que “hemos perdido discurso, hemos perdido orgullo. El país, cuando menos las instituciones, han hecho tanto al ejercicio de la sumisión que ha desaparecido toda la narrativa nacionalista y de liberación nacional”. Pero dejaba caer otra reflexión que es fundamental: rechazaba también una lista cívica como la propuesta por la ANC, porque aseguraba que lo que necesita Cataluña son “políticos serios y gente comprometida y valiente. Necesitamos políticos, no gente que no son políticos, y por eso lo harán más bien que los políticos”. Todas estas ideas fueron sostenidas después de la rueda de prensa de Bruselas en una entrevista en el diario Ara. Pero también lo reiteró en TV Girona y en un acto en el auditorio del Centre Cultural La Mercè de Girona, cuatro días más tarde de la comparecencia en Bruselas, para presentar el documental Autodeterminación, una solución por Europa.

Desde los sectores de Junts próximos a Carles Puigdemont, la crítica de Ponsatí es una “traición” y se la ha llegado a tildar de “aprovechada”. Por este motivo aplauden el contraataque de Carles Puigdemont: “Ella es eurodiputada gracias a la estrategia de confrontación al servicio del independentismo. El independentismo necesita empatía”. E insinúan, no sin cierta razón, el parecido de algunos postulados de la ex consejera con los del Front Nacional de Catalunya (FNC), como su apuesta por la abstención a las elecciones, porque entienden que “si los catalanes se sientan a las cortes españolas refuerzan la ocupación de Cataluña”. Su máxima es que “no votar es reforzar el independentismo nacionalista”. Un dirigente postconvergente abunda en la escenificación antiespañola de Ponsatí y el Front, subrayando que los dos son partidarios de la línea más dura, de la negativa a dialogar y de la unilateralidad llevada al extremo.

Este peligroso escorament hacia la ultraderecha es negado en círculos favorables a Ponsatí, en los cuales se la califica de “honesta” y se argumenta que es la que guarda la esencia de la unilateralidad. “Siempre ha ido bastante por libre y en los últimos tiempos ha aparecido como el Pepito Grillo del independentismo, cosa que ha caído mal en algunos sectores. Pero siempre ha mantenido el mismo discurso, desde hace años. Es muy firme en sus convicciones y crea conflictos porque no se muerde la lengua y da su opinió en el momento que es más inconveniente para otros”, la defienden sus devotos. También razonan que la polémica con Puigdemont se ha magnificado a causa de la proximidad de las elecciones del 23-J “y de la necesidad del españolismo de remarcar las diferencias internas del independentismo, aprovechando la época electoral”.

Puigdemont alertó en su discurso que “hoy, la disidencia política está más amenazada en Europa”. Pero la auténtica disidencia anida a la cúpula independentista, aunque el Consell de la República no recogió la bronca de la ex consellera al expresidente. Para el Consell no hubo ninguna polémica.

Nadie duda que Ponsatí, que ya hace años que está marcando perfil propio, es la materialización de esta disidencia. No es la única, pero sí la más significada. Puigdemont se va quedando, día a día, más solo. Ramon Cotarelo, el politólogo que hace unos meses lo defendía enconadamente, lo considera ahora un aprovechado y un traidor, por no hablar de expresiones mucho más fuertes que aboca sobre el huésped de Waterloo. Ya el 2021, cuando Ponsatí se desvinculó del Consell definitivamente, Cotarelo la imitó. “Esto de ‘todo para el pueblo pero sin el pueblo’ no se puede admitir”, dijo.

Bien es verdad que el mundo del independentismo se ha movido muy internamente en los últimos años. Personajes tan veleidosos como lo cupaire Antonio Baños o lo podemita Albano-Dante Fachín se alinean con las tesis de Puigdemont o de JxCat blindando sus iniciativas. Son ahora fieles miembros de la granja de Waterloo. Es más: el Consell de la República ha oficializado de alguna manera las tardes con Fachín y Costa (Josep Costa, exvicepresidente del Parlamento y uno de los hombres más próximos a Puigdemont en el panorama político postconvergente, aunque del ala más dura y antidiálogo de Junts). Se trata de tertulias en las cuales los dos departen como auténticas estrellas mediáticas que el Consejo va llevando a diferentes localidades catalanas para que canten las excelencias de la estrategia de Puigdemont. Algunos círculos meten en el mismo saco el excupaire Antonio Baños, un pseudodandy que políticamente ha ido a menos. “No se trata de friquis. Son personas con una trayectoria potente en el independentismo. Quizás el más inexperto en esto es Albano, pero también es uno de los más convencidos”, argumentan desde las filas independentistas.

De todas maneras, los críticos afirman que la emergencia de algunas figuras y su proyección favorecida por el Consell de la República es solo “una estratagema de Puigdemont para mantener la tensión en el independentismo y simular que hay cierta renovación del mensaje y de las caras. Ponsatí hace tiempo que renegó del Consell, pero bien es verdad que las bajas han estado constantes en los últimos meses. El contador del Consell contabiliza los que se han dado de alta. Pero ha tenido en cuenta alguna vez los que se han dado de baja? O los que han dejado de abonar la cuota, que son la inmensa mayoría?”, apuntan. La granja de Puigdemont no solo proyecta una imagen falsa de lo que es: ahora empiezan a visualizarse los enfrentamientos en la cúpula, que pronostican una enconada batalla sobre quién será el protagonista del nuevo proceso. Ponsatí puede tener razón en una cosa muy nuclear: posiblemente estamos ante el fin de una etapa y el comienzo de otra. O ante el fin de un tipo de independentismo y el comienzo de otro.

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