Miquel Buch fue consejero de Interior cuando prácticamente nadie quería asumir ese cargo. Aceptar la cartera le supuso una auténtica ola de felicitaciones y agradecimientos dentro del PDeCAt -luego Junts- y entre los compañeros del Govern de Quim Torra. Sin embargo, su trayectoria al frente del departamento provocó que parte del independentismo y de su propio partido viera en él a una persona poco comprometida con la unilateralidad, con el llamado gobierno en el exilio, y con la causa soberanista.
Cayó en desgracia y fue considerado uno de los blandos del ejecutivo, recordándole constantemente que era del grupo de gente que venía de aquella CDC no independentista. Poco después, fue destituido del cargo al considerar al presidente Torra que no ordenaba bien a los Mossos cómo actuar en las concentraciones independentistas, fueran o no violentas.
Sin embargo, estos días está siendo juzgado acusado de contratar como asesor a un mozo de escuadra que, según la Fiscalía, hacía de escolta ilegal de Carles Puigdemont en Bélgica. Y ese juicio le ha vuelto a convertir en un héroe para la cúpula de Junts. La política catalana siempre hace extrañas curvas.