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Amigas para siempre

Laura o Sílvia, Sílvia o Laura, ¿qué más da? ¿De verdad había todavía alguien que pensaba que Junts era una especie de partido liberador de la patria sin connotaciones fascistas? ¡No fastidiemos! Siempre había estado muy claro y, por más que Laura Borràs haya intentado matizar sus primeras palabras, en las que rechazaba un frente común para evitar que Aliança Catalana gobierne en Ripoll, la realidad es que tanto ella como Sílvia Orriols son las dos caras de la misma moneda.

De hecho, la «gente de verdad» no es más que un sector bastante importante en Cataluña que ha manifestado, casi siempre en privado, su desprecio a la inmigración que vino a esta tierra a ganarse el pan, a intentar buscar una vida mejor. Una inmigración que fue desplazada a barrios periféricos, a cuevas en los cauces de los ríos, como en Sabadell, mientras la sometían a largas jornadas de trabajo por cuatro duros. Esa misma «gente de verdad» aspira a un país «libre» donde la libertad es secuestrada, donde todo está completamente calculado para que manden unos y los otros sencillamente no existen.

Durante toda mi vida he tenido que soportar desprecios por parte de esta «gente de verdad». Primero, por no hablar catalán. ¿Cómo podía aprenderlo si no se estudiaba en la escuela? Después, a pesar de conseguir el título de catalán y convertirme en profesor, por mis apellidos, por ir de vacaciones al pueblo de mis padres, por admirar la belleza de ciertas ciudades españolas, por hablar castellano a alguien que se dirigía a mí en este idioma, por beber una cerveza hecha en Madrid, por no asistir a las manifestaciones de la Diada, por no haber estado nunca en el Pedraforca ni en Montserrat, por no bailar sardanas, por no ser del Barça (y, por tanto, sospechoso de ser del Espanyol o del Madrid), por no engancharme a las series y a los programas de TV3, por no participar de la Flama del Canigó, por no ser un fan de los Castellers, por preferir las playas de la Costa Dorada a las de la Costa Brava… Madre mía, ¡qué presión que he recibido toda mi vida!

Y, sin embargo, aquí sigo, amando esta tierra que acogió a mis padres sin entusiasmo, en aquella España gris de 1955, donde no se vislumbraban aún aires de libertad. Y cuando esta llegó, yo también pisé la calle pidiéndola; también la amnistía y el Estatuto de Autonomía. Y luché como el que más por defender a Cataluña de los ataques de una parte de España que nunca nos entendió.

Y gente como Laura y Sílvia pertenecen a esta estirpe de monstruos que, como Giorgia Meloni en Italia, mira a las personas por su ADN, despreciando sus raíces y su color de piel. ¿Qué diferencia existe entre las tres? Ninguna. Uniformidad, control, rechazo del pluralismo, sea este político o lingüístico, y, especialmente, repudio absoluto de la pobreza. Contra esta, las tres amigas fascistas están de acuerdo. Las ayudas deben serlo para los de piel blanca, que hablen catalán, como Laura y Sílvia. No vale hablarlo y llevar el velo; esto no es ser «gente de verdad». La «gente de verdad» no va a la mezquita, ni se llama Mohamed. La «gente de verdad» se llama Jordi o Montserrat, Sílvia o Laura, Pilar (Rahola) o Toni (Castellà). La «gente de verdad» no hace cordones sanitarios a la extrema derecha porque es la extrema derecha. La misma que puede impedir un gobierno progresista en España. ¿Qué ha hecho Junts en el Parlamento español, si no votar casi siempre con PP y Vox?

No penséis que es fácil sobrevivir rodeado de «gente de verdad» que a cada paso que das te dicen que este no es el camino del buen catalán. A veces pienso cómo todavía no me he marchado de aquí, siendo como soy una especie de traidor a los ojos de aquellos que me han despreciado siempre. Quizás, lo que me ha hecho fuerte es pensar que somos muchos los que sufren como yo. Y seguramente este desconocimiento mutuo, nos ha fortalecido, nos ha hecho ver que somos más los que deseamos una Cataluña de todos y todas. Aquí cabemos todos. Y ninguna Laura ni Sílvia nos hará retroceder. Así me educaron, porque hacer frente al fascismo es el ejemplo más claro de humanismo. Y por mucho que exhiban las banderas del odio, las personas siempre serán lo primero; las más vulnerables, sean de donde sean, tengan la religión que tengan, hablen catalán, árabe o suajili, aún más. Me tendrán en frente. Siempre.

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