La cabeza de lista de la CUP en las elecciones del pasado domingo, Dolors Sabater, aterrizó en el universo cupaire proveniente de su Guanyem Badalona, que reunía a más formaciones y algunas de las corrientes más moderadas de la CUP. Esto hizo que subestimara la capacidad que tiene la formación para controlar y comandar el mensaje nacional, y más si sale de la boca de los que temporalmente hacen de líderes de la organización. Hasta tres veces tuvo que salir el partido a corregir, matizar o desmentir -según la interpretación que se quiera hacer- a Dolors Sabater durante la campaña.
En uno de los últimos actos que hizo antes de las elecciones la cabeza de lista, un miembro del secretariado nacional comentaba a un militante que la miraba que no la veía capaz de soportar toda la presión de la militancia una legislatura entera. «¿Apostamos a ver cuánto dura?», preguntaba riendo con su compañero. Y es que es sabido que en la CUP, los dirigentes y los diputados acaban siendo sólo una mera correa de transmisión de lo que la militancia, los cuadros intermedios o la divina providencia quiere que se diga y se haga en cada momento. El poder de decisión y el margen de maniobra de sus cargos es extremadamente limitado. Y esto, creen algunos miembros de la dirección de la CUP, será insoportable para alguien como Dolors Sabater.