La soledad, el ‘bullying’ y sus derivantes

En ocasiones, asociamos la soledad como algo negativo, tenebroso, triste o incluso terrible, cuando muchas veces es una oportunidad para conocerse mejor, hacer tus cosas sin que nadie te moleste y vivir la vida dedicada totalmente a ti.

Sin embargo, la soledad cambia mucho cuando pasa de ser una elección personal a una imposición social.

Susana Alonso

Vivimos en un mundo donde cada vez somos más los que vivimos en él, en gran parte gracias al aumento de la esperanza de vida y, pese esto, cada vez hay más gente que se siente sola. Puede sonar contradictorio, pero la soledad es algo muy personal y en muchos casos difícil de detectar en los demás.

Excepcionalmente, en el año 2020, con la emergencia mundial de la Covid-19, millones de personas tuvimos que experimentar que era la soledad y que la sufrimos con distintos nombres, ya sea estado de alarma, toque de queda, confinamiento…

Desde la pandemia del coronavirus, las consultas de psicólogos y psiquiatras se han disparado, tanto que ya se califica como “la pandemia de la salud mental”. Somos una sociedad traumatizada y la soledad es un tabú del que no se habla ni se actúa suficiente.

Hablaba del 2020 pero realmente en mi caso fue en 2010 cuando conocí muy bien la soledad. Esta mezcla de impotencia y de angustia, de crueldad y de miedo… Y sobre todo el sentirse totalmente invisible frente los demás.

Enfrentarse al acoso escolar es sinónimo de soledad entre otras muchas consecuencias, y no tienes alternativa hasta que alguien no te cree y te ayuda a salir de allí.

Reconozco que yo realmente no estaba solo, al menos en casa no. Tenía mis abuelos y mi madre que me daban todo pero mi mente seguía allí, en el colegio. Y lejos de desconectar y disfrutar del amor y la compañía que tenía en casa, yo vivía secuestrado en aquel autocar que me llevaba cada mañana y en el que nadie me decía ni un simple “hola”, de aquellos enormes patios en los que ningún compañero me ofrecía jugar o de aquellas clases que no lograba ni escuchar el profesor porque sabía que detrás mío tenía a “monstruos que cualquier día se me comerían”.

Mentiría si dijera que la soledad fue a lo peor que me enfrenté, pero ahora que lo veo con perspectiva, me doy cuenta de lo doloroso que es y me escandaliza que uno de cada cuatro alumnos de nuestro país viva lo mismo que viví yo. Un niño jamás debería vivir esto.

Parece una obviedad, pero hay que recordar que las víctimas de bullying no han hecho nada a nadie, son simplemente víctimas, ya sea por su forma de pensar, vestir, origen, físico o sexo. Jamás debería un menor vivir esa soledad tóxica que sientes que gracias a ella podrás protegerte y alejarte de aquello que tanto miedo y angustia te genera.

Está claro que refugiarse en la soledad puede ser muy peligroso y creo que cuando no va acompañada de libertad se convierte en el peor de los castigos. De hecho, tenemos un claro ejemplo como es la pena de cárcel, que al final no deja de ser la pérdida de libertad y el quedarte completamente solo frente personas que han cometido delitos como tú. E incluso dentro de la cárcel, el castigo más frecuente suele ser el aislamiento.

Es curioso como la sociedad ha asociado la soledad y el miedo como si fueran sinónimos y ha logrado sacar redito de ello para castigar o hacer justicia. Una vez más el ser humano demuestra que quizás es el más racional del planeta, pero también el más cruel.

Mi deseo es que pronto, la enorme soledad que genera el acoso escolar, deje de ser también una condena. Que jamás un colegio sea una cárcel para un niño o niña y no tenga que sobrevivir junto la soledad. Es posible evitarlo, mediante un proceso de prevención, detección y actuación, y con leyes contundentes dónde por fin sean los acosadores los castigados y nunca más las víctimas las que tengan que huir.  Recuerda que el bullying es el inicio hacia un camino que puede terminar con abusos sexuales, autolesiones, problemas de salud mental y el suicidio. Necesitamos una ley nacional contra el acoso escolar, queremos políticos competentes y una sociedad comprometida… Recordad, la víctima siempre es víctima por muchos años que haga o por mucho poder que puedan tener las ratios de ciertas escuelas blanqueadas incluso por la propia justicia, la iglesia o los que se esconden detrás del poder del Opus Dei, e incluso políticos por ser exalumnos o por ciertos intereses. Por desgracia, hay malas personas que se aprovechan de la soledad y la vulnerabilidad a causa del bullying de un menor como puede ser un pedófilo. No nos dejéis solos… Este artículo va dedicado a todos aquellos que hoy están sufriendo bullying o abusos y a las víctimas que somos supervivientes. No nos callarán.

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